miércoles, 17 de febrero de 2010

El día que gané mi premio Nobel

Hace un par de meses me contó un amigo con el cual iba viajando a Valparaíso, que al alcanzar la velocidad de la luz, el tiempo se detiene. Y que es imposible alcanzar esa velocidad por alguna extraña razón que me explicó pero que en ese momento poco entendí. Pensé "wow, debe ser un equivalente a la perfección" (Si es que no la misma perfección).

En fin, no encuentro imposibilidad de alcanzar la velocidad de la luz y experimentar qué diablos siente una partícula de luz (Fotón?) al ir de un lugar a otro, después de todo si fue medida, otra cosa es lograr inventar algo que alcance la misma velocidad. (Me explicó el porqué es imposible, pero no lo recuerdo. En fin.)

Desde aquella vez, el tema quedó dando vueltas en mi cabeza. Si alcanzo la velocidad de la luz, el tiempo se detiene (Y de paso es como tocar la perfección). Lo encontré fascinante.

Es fácil encontrar respuestas sobre este tema. Google es el acceso directo a todos los locos que por alguna razón se preguntaron lo mismo que tú, lo investigaron, lo subieron a internet y Google (como es su trabajo) te lo encontró para tí. Es desmotivante tener poco tiempo y ver el aviso de "140.000.000 de resultados".

Como sea, preferí dejarlo para "mañana". Ustedes me entenderán.

Pasaron dos meses desde aquel viaje, y sorpresivamente sufrí un gran golpe de una persona muy querida. Una noche subí al techo de mi edificio a pensar (más bien, tratar de dejar de hacerlo). Me senté sobre el frío techo, y me acosté de espaldas mirando el oscuro cielo. Solo. Como debí aprender a hacerlo hace mucho tiempo.

Dejé pasar unos momentos en los cuales mi mente divagaba sobre cosas simples. Es sencillo, cada tema lleva al siguiente, como quien hace una linea en un papel. Más temprano que tarde llegué a la angustia sentida con esa persona especial. Comenzaba a cortarme los brazos pensando e imaginando todo, como saboreando cada detalle cual masoquista, cuando ví atravesar a lo lejos, una estrella fugaz.

Recordé el tema de la velocidad de la luz y al contrario de ponerme emo y de pedir tres deseos, me puse a pensar sobre aquello. Después de un rato, mis pensamientos me llevaron por alguna extraña razón a aquella vez en la cual nos juntamos en aquel parque. Hacía calor, y lo único que queríamos era estar en un lugar más fresco. Nos sentamos en el pasto, y después de conversar banalidades pasamos a lo serio: Estaba más hermosa que nunca, irradiando esa alegría que a pesar de sus problemas sólo algunas personas logran irradiar. Ahí descubrí que tenía muchas cosas que quería que tuviera esa persona: Alegre, entretenida, media cabra chica, inteligente, no solo le gustaba el snowboard sino que lo practicaba, más baja que yo, tierna, regalona, entre otras cosas. Incluso algunas que sobrepasaban mis espectativas. Fue ahí cuando me di cuenta de que no la quería como amiga. Pero también sabía que no podía ser algo más y que quizás, tampoco ella quisiera.

Regaloneando y bajo sus ataques de cosquillas, de pronto quedamos acostados en el pasto muy cerca uno del otro, recuperando el aire. Después de un par de segundos de mirarnos a los ojos y no hacer nada más que vivir el momento recuperando el aire, cerré mis ojos y ella hizo lo mismo, dejándose llevar por sus sentimientos y el momento. Dos segundos después ambos labios se besaron pero con cierta timidez y nerviosismo. No fue un beso muy apasionado ni uno típico de película. El tiempo se detuvo. Pudieron ser segundos, minutos, horas, dias, semanas, meses, años. El perro dejó de correr tras la pelota allá a lo lejos. Los relojes se detuvieron. El agua que arrojaba el regador quedó suspendida en el aire. Aquel ciclista quedó quieto en su lugar. Se detuvo el tiempo y ahora entiendo que en ese momento alcancé la velocidad de la luz.

Jamás en mi vida había corrido a 299.792.458 metros por segundo, fue una de las mejores sensaciones que he tenido. Fue increíble el hecho de correr a esa velocidad y terminar ahí mismo y de ir tan rápido que pareciera que todo se detiene. Espero de corazón volverlo a sentir, aunque creo que tendrá que ser en otros labios..


Quien comprobó que la velocidad de la luz no puede ser alcanzada por ser una constante matemática, le sugiero que trate de hacerlo con quien más ama.

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